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Lib. 5a.  Pág. 55  -  Obra No. 419
Romance sobre un pasaje de la vida de S. Agustín antes
 de su conversión, en el que este, ante la condición
de un borracho que encuentra en su camino,
reflexiona sobre la propia borrachera
de gloria mundana en la que él vive 

El  Beodo  de  Milán

(De un pasaje del libro “San Agustín”
de Giovanni Papini)

Por las calles de Milán
va Agustín con sus amigos.
Ansias de gloria mundana
le llevan por el camino
que va al palacio imperial.
Va pulcramente vestido
porque en palacio lo esperan
para oir el panegírico
que hará de un emperador
que, por ser aún muy niño
y ser la madre quien reina,
nada ordena y nada hizo.

Ebrio de mundana gloria
va Agustín por el camino.
Ebrio de gloria lograda
no en esas lides del circo
en las que sólo se premian
la fuerza y el heroismo,
sino en esas otras lides
de arte de ingenio agudísimo
y de oratoria, en que supo
dejar a todos vencidos.

Borracho de vanagloria
va Agustín con sus amigos...
cuando, borracho también,
pero borracho de vino
y en estrecha callejuela,
se les acerca un mendigo
locuaz y dicharachero

que, entre las cosas que dijo,
algo dijo que a Agustín
le conmovió en lo más íntimo;
tanto, que con honda pena
le hizo lanzar un suspiro
que, más que de compasión
fue de envidia y de suplicio.

Tras una pausa muy breve,
“escuchadme, mis amigos;
dijo con el verbo aquel
que asombro fue de su siglo:
Ved cuánto más que nosostros
es feliz este mendigo.
Nosotros vamos en busca
de alegría y regocijo
por la ambición espoleados
y la vanidad urgidos,
mientras que este, con limosnas
que supo pedir sumiso
para en la primera taberna
beber sus vasos de vino,
logró completa alegría;
es realmente felicísimo.
Jamás tendremos nosotros,
a pesar de nuestro brillo
en sociedad y en la corte,
su alegría y su optimismo.
Él está en este momento
muy seguro de sí mismo,
aunque sean su alegría
y su entusiasmo ficticios,
mientras que nosotros...¿qué?
¿Cómo estamos? Mis amigos.

De mí os diré que me encuentro
pesaroso e intranquilo.
Diréis para consolarme
que la gloria que persigo
y la alegría que anhelo
son gozos más positivos
que esa alegría ficticia
de este harapiento mendigo,
ya que habrá de ser la ciencia
quien las ponga en mi camino.
Y...¿cómo empleo la ciencia?
¿Para la virtud o el vicio?
¿ De la verdad en defensa
o para el embuste inícuo?
¿Para defender al pobre
o para adular al rico?
¿Para aplicar la justicia
como un hombre recto y digno,
o para escuchar aplausos
que halagando mis oídos
el corazón me desborden
de vanidoso delirio?
Cuando pienso en el mal uso
que le doy, buenos amigos;
hondo pesar me anonada,
me detesto por inícuo.

Este buen hombre, mañana,
tras dormir como un bendito,
porque al correr de la noche
logró digerir su vino,
despertará despejado,
despreocupado, tranquilo,
mientras que yo, tras haber
hecho el falso panegírico,
iré a la cama borracho
de gloria y honor ficticios,
para despertar mañana
con este falaz delirio
y esta eterna borrachera
y este afán terco y contínuo
de brillar...y avergonzado
de mi ciencia y de mí mismo.
Su vivir es inocente;
lleno de maldad el mío.
Con todo el saber y ciencia
que sé que tengo...¡lo envídio!
Pero...apresurad el paso;
daos prisa, mis amigos;
que se hace tarde, muy tarde
para hacer el panegírico.”

José  A. del Valle
San Juan de P. Rico, 29 de Sepbre. De 1971