Libreta Segunda Pág.23 Obra No. 84 
Poesía Religiosa de Homenaje Lírico

A S.S. Pío XII


Poesía leía en el Colegio de los
H.H. Maristas con motivo de una
velada-homenaje a S.S. Pío XII

Yo también, Santo Padre,
con filial devoción vengo a ofrendarte
las galas de mi arte.
Yo también, Padre mío,
con alborozo y júbilo de niño,
con infantil cariño
y con todo el caudal de mi albedrío,
vengo a unir a esta mística guirnalda
que para ti tejemos este día,
la gala más sencilla;
la más leve y humilde florecilla:
mi humilde poesía.

¡Perdón, Padre, perdón! Pues que pretendo
con actitud tal vez algo atrevida,
tocar con estas manos empolvadas
por el tráfago inmundo de la vida,
estas rosas de amor hoy ofrendadas
a tu amor paternal y cultivadas
por manos ¡ay! no así como las mías;
por manos puras, pías,
y a fuerza de oración santificadas.
    
Mas, tu hijo soy;  y porque soy tu hijo
y me agarro con fe del crucifijo,
fuerza y amor para llamarte Padre,
me sobran, Padre mío;
y más fuerza y valor para aclamarte,
si obligarme quisiesen a negarte
ante el mundo malévolo e impío.

¡Negarte! Me anonada el pensamiento
de que pueda vivir algún momento
en que ese ¡no! mi boca lo exhalase;
de que la vida se me torne oscura,
y en mi necia locura
te volviese la espalda y te negase.

Pedro negó a Jesús, mas, para Pedro
hubo un gallo avisor y vigilante
que le dijo: ¡despierta!
Y despertó; que desde aquel instante,
mantuvo para siempre aquel semblante
la fuente de las lágrimas abierta.

Mas, no siempre se lloran los errores
porque no siempre hay gallos avisores
en instantes así de la existencia;
no todos, Pedro, gozarán tu suerte:
que cante y los despierte
ese gallo interior de la conciencia.

¡Ay de aquel que después de conocerte
te niegue, Santo Padre,
y contigo a Jesús! ¡Ay si se olvida
de que tienes las llaves de los cielos
y por tanto las llaves de la vida!
Cuánto más le valiera,
como dijo Jesús, no haber nacido,
antes que tal olvido
su mente y corazón oscureciera.

Mas, si esta noche aquí nos congregamos
esta porción exigua de tus hijos;
si en abrazo fraterno nos juntamos
y hacia Roma miramos
y en Ti dejamos nuestros ojos fijos,
es para prometerte
no sólo que jamás te negaremos;
es para más aún: para ofrecerte
a más del alma, corazón y vida,
lo que jamás concebirá el impío:
la gema del libérrimo albedrío;
¡la voluntad rendida!

Todos aquí no hacemos otra cosa:
cada cual con su arte
cultiva bien del corazón la rosa,
y viene aquí sus galas a ofrendarte.
Aquel que con su mágica elocuencia
deja suspenso el ánimo de todos;
el otro que de mil diversos modos
le roba al piano el don de su cadencia;
aplaudiendo los más; todos, a una,
tejemos a la par que os la ofrecemos
con infantil cariño y alegría,
esta guirnalda cuyas flores todas
santificó María
desde el santuario místico del Cobre,
y que una tiene macilenta y pobre:
¡mi humilde poesía!

José A. del Valle

8/4/1948