Ép. y Míst. Pág. 84 - Obra No. 28
Alegoría Religiosa

Alegoría Religiosa


Para mi hermano Andrés,
con los votos porque viva
siempre a la sombra de
este Árbol de Paz.

Yo sé de un árbol frondoso
que en el valle de la vida
sombra acogedora ofrece
a todas las avecillas
que en los campos de este mundo
lloran la Patria perdida,
y huyendo van de los dardos,
de los vicios, de las ligas
traicioneras y nefastas
de las humanas codicias.
Asido a la eterna roca
de la fe santa y divina
y nutrido y fecundado
por las transparentes ninfas
de la Palabra de Cristo,
más robusto es cada día,
no teme por eso al viento
tormentoso de la insidia,
ni a las galernas rugientes
de las infernales iras,
ni a los tantos jacobinos
de este siglo de perfidias
que con el hacha en la mano
pretenden hacerlo astillas.
No les teme porque sabe
que eterna será su vida
como es eterna la fuente
que lo nutre y fructifica
y eterna es también la roca
do sus raíces se afincan.
Todo lo tienen las aves
que gozan su sombra amiga:
linfa transparente y fresca
que sus almas purifica,
al par que la sed de Cielo
que las abrasa, mitiga,
y frutos de vida eterna
que infunden eterna vida.
¡Qué feliz soy a tu sombra,
buen Árbol! Cuánta delicia
me llena el alma y la expande
y la eleva y extasía,
cuando a ti torno rendido
de pesarosas fatigas,
(que son el botín que ofrecen
las humanas correrías)
y me dan tus frutos sacros
vida de tu eterna vida.
Bendito sea el Jardinero
que aquí te sembró; bendita
la semilla sacrosanta
de la Cruz; que a tal semilla
debemos la santa gracia
de ésa tu sombra vivífica
que, como la Cruz y Cristo,
será por siempre bendita.
¡Árbol santo de la Iglesia!
¡De los siglos maravilla!
¡Cómo no has de ser eterno
si es Jesús quien te cultiva!

José A. del Valle