Libreta Segunda. Pág.257
Obra No. 132 – Romance con el que canta
la belleza y embrujo de una villa asturiana.
de la bellísima Asturias,
un pueblo todo primores:
de una iglesita tan pulcra,
de unas casas tan blanqueadas,
de calles y aceras muchas
cuyas ascensiones suaves
y bajadas nada bruscas,
son de tal belleza y gracia
y de tan airosas curvas;
de tal arte y poesía,
que son envidia, sin duda,
de ese artefacto estridente
que llaman montaña rusa.
Un pueblo de tal belleza,
que hay quien al mirarlo duda
si es obra de cal y canto,
o embrujo de la pintura
del pincel más luminoso
que manejó mano alguna.
Caminante que sin rumbo
vas del mundo por las rutas:
detén la marcha un momento,
que estamos frente a Colunga
A este pueblo todo encanto
de la encantadora Asturias.
Entremos en él, mas, oye:
ten cuidado, porque embruja.
Yo no sé que es lo que tiene,
que, aquel que una vez lo cruza,
se queda en él prisionero
como en capullo la oruga.
Con cuánta razón repiten
los que a su sombra se agrupan,
¡Colunga, no sé qué tienes!
¡No sé que tienes, Colunga
que seduces y enamoras
y aprisionas y subyugas!
Lo que tiene, yo lo sé:
¡es que es tierra de sandunga!
José A. del Valle
Colunga, Junio de 1960
Obra No. 132 – Romance con el que canta
la belleza y embrujo de una villa asturiana.
A Colunga
Para mi sobrino Pepe Pintueles del Valle,
cordialmente.
Hay en el rincón más guapocordialmente.
de la bellísima Asturias,
un pueblo todo primores:
de una iglesita tan pulcra,
de unas casas tan blanqueadas,
de calles y aceras muchas
cuyas ascensiones suaves
y bajadas nada bruscas,
son de tal belleza y gracia
y de tan airosas curvas;
de tal arte y poesía,
que son envidia, sin duda,
de ese artefacto estridente
que llaman montaña rusa.
Un pueblo de tal belleza,
que hay quien al mirarlo duda
si es obra de cal y canto,
o embrujo de la pintura
del pincel más luminoso
que manejó mano alguna.
Caminante que sin rumbo
vas del mundo por las rutas:
detén la marcha un momento,
que estamos frente a Colunga
A este pueblo todo encanto
de la encantadora Asturias.
Entremos en él, mas, oye:
ten cuidado, porque embruja.
Yo no sé que es lo que tiene,
que, aquel que una vez lo cruza,
se queda en él prisionero
como en capullo la oruga.
Con cuánta razón repiten
los que a su sombra se agrupan,
¡Colunga, no sé qué tienes!
¡No sé que tienes, Colunga
que seduces y enamoras
y aprisionas y subyugas!
Lo que tiene, yo lo sé:
¡es que es tierra de sandunga!
José A. del Valle
Colunga, Junio de 1960
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