Ya cubrió la Primavera con risueño y almo manto
estos campos que el Invierno con su mano castigó;
ya Natura se sonríe, olvidando el rudo llanto
que con lágrimas de nieve no hace mucho derramó.

Ya la fuente, que hace poco transformada estaba en hielo,
renovó su interrumpida y admirable agitación;
ya es más bello el horizonte, más hermoso nuestro Cielo;
hay más dicha en los hogares, más confianza en la oración.

Las silvestres florecillas con su aroma delicado
embalsaman el ambiente que las besa con amor,
y le dicen al viajero que respire sin cuidado
que ellas son los pebeteros que perfuman al Señor.

Escuchad del pajarillo los gorjeos cadenciosos.
¿No sentís que en vuestras almas repercute la canción
y que os hace más alegres y que os hace más dichosos?
¿No sentís con más violencia palpitar el corazón?

Como el plectro que las cuerdas de la lira va tocando
y al tocarlas les arranca tristes notas de pasión.
Así el aura, con sus alas, va los árboles besando
y en sus besos les arranca su selvática canción.

Tiene el sol una sonrisa que en Invierno la ocultaba,
pues sus rayos rutilantes no cesaban de llorar;
ya está alegre la campiña que en Invierno se quejaba;
ya está alegre el alma mía, pues no cesa de cantar.

Ya cubrió la Primavera con risueño y almo manto
estos campos que el Invierno con su mano castigó;
ya Natura se sonríe, olvidando el rudo llanto
que con lágrimas de nieve no hace mucho derramó.

José A. del Valle