Ép. y Míst. Pág. 109 - Obra No. 44 
Poesía Descriptiva escrita en su juventud.

Invierno

Para Enrique Céspedes,
con sincero cariño.
Ya llegó la visita impertinente;
ya es huésped cruel de nuestras pobres casas
ese viejo inmortal de rostro frío,
de helado manto y de sonrisa helada,
mil veces más temible que la muerte,
más implacable y cruel que la borrasca,
que tiene un corazón como su rostro...
y que Invierno se llama.

Ya es nuestro huésped otra vez; ya ha vuelto
a perturbar nuestra quietud amada
con las notas más gélidas y frías
de su risa sarcástica.
Ya llama con insólita impaciencia
a la puerta de mísera covacha
donde habita decrépito viejito,
de muchas hambres y de ropa escasa,
y con voz campanuda así le grita:
¡Ea, mal viejo! ¡Abra!
El anciano infeliz se sobrecoge
y se acurruca en su jergón de paja
con un terror tan gélido y tan frío
como el Invierno que a su puerta llama.
Así pasa la noche acurrucado
esperando que el alba
ahuyente de su puerta al visitante
con la cálida luz de su mirada.
¡Oh buen anciano que de miedo tiemblas
en tu jergón de miserable paja!
No temas, no, no temas
del cruel invierno a la caricia helada;
no temas a ese viejo impertinente
de glaciles entrañas
que empuja con insólita insistencia
la frágil puerta de tu ruín covacha.
¡No temas! que los rayos amorosos
de la callada caridad cristiana
habrán de ser los cálidos azotes
con que las buenas almas
los harán huir, medroso y asustado,
al Polo triste, su mansión helada,
donde goza al mirar cómo desciende
para trocarse en funeral mortaja,
la blanca nieve de su helado rostro
cuando sacude sus nevadas barbas.

José A. del Valle