Ép. y Míst. Págs. 44-48 - Obra No. 9
En una Silva narra una tragedia histórica.

A Barberán y Collar


Publicada en el periódico "El Diario de la Marina
con el título de "Al Cuatro Vientos" en la Habana
por el año 1943


Águila real, señora del espacio
que surcas orgullosa
con vuelo altivo y con potentes alas
la inmensidad del éter, procelosa,
detén tu vuelo, sí, detén tu vuelo.
Y tú, cóndor altivo
de los Andes monarca poderoso,
que vas bogando por el mar del cielo
resuelto y decidido
a arrebatarle su corona al Sol,
aquiétate un momento en el picacho
donde tienes el nido;
¡aquiétate un momento!
Que viene a saludarte
y un tierno abrazo de su España a darte
¡el cóndor español!

No temas, Moctezuma de los Andes
que cual nuevo Cortés,
adueñarse pretenda de tu imperio;
no temas, no, ¿no ves
que ese cóndor hispano cuyo aliento
resuena de un confín a otro confín,
es ave de ternura,
de alma cálida y pura.
¡Es el alma romántica de España
y de paz y de amor su noble entraña,
que viene a saludarte, paladín!

Es el ave de acero del presente
que va con alta y retadora frente
de los vientos la furia desafiando.
Su marcha es simbolismo de progreso;
sus alas, de ilusiones;
de sus motores el rugir, de vida;
y los pilotos que en su pecho anida
simbolismo también: ¡de corazones!

Cual otra señorial Santa María
sigue inmutable su azarosa vía.
¿Qué anhelo la obsesiona?
¿Qué rosado idealismo la corona?
¿Qué espíritu la guía?
Y es que lleva también, como las leves
carabelas de antaño,
sus bizarros Colones en el puente
que escudriñan sin tregua la llanura
con aquella titánica apostura
del que va a conquistar un continente.

¡Y a conquistarlo van! Van decididos
a ganar para España un nuevo mundo;
mas, no de virreinatos y naciones:
¡Un mundo de ventura,
de gloria, de ternura,
de efusivos y nobles corazones!

¡Oh, jasones del aire,
que vais tras el dorado vellocino
del amor y la gloria!
¡Seguid vuestro camino!
¡que no temen los héroes el destino
cuando anhelan un beso de la Historia!

¡Seguid! Tras ese mar, tras esas brumas
que se obstinan, rebeldes y sombrías,
en detener vuestro glorioso paso,
hay una tierra de esplendentes días,
de verdes campos y de mar de raso.
Una tierra de amor que está impaciente
por besaros la frente.
Una tierra de amor que, delirante
cual vosotros escruta la llanura
del ancho mar al que dio nombre Atlante;
que veros ya, quisiera;
que su delirio es tal, tal su locura,
que cual madre de cálida ternura
con los brazos abiertos os espera.

Y llegasteis por fin; y os dio su abrazo
con fraternal amor mi Cuba amada
y su beso os dejó sobre la frente;
y os dejó proseguir vuestra jornada:
que al águila, del Sol enamorada,
nadie su vuelo refrenar intente.

Tras las nubes y brumas del ocaso
volvió a perderse vuestra alada nave
¿Camino de la muerte? ¿Quién lo sabe?
Si lleváis en la frente retadora
la centella del cálculo fecundo,
¿por qué temer? ¡Pegasos de la aurora!
¡Proseguid vuestra marcha voladora,
que cerca estáis del codiciado mundo!
¡Proseguid! Que la tierra mejicana,
nuestra eufórica hermana
os espera también; también delira
por estrecharos a su noble pecho
porque gocéis también de su alegría,
y os cobijéis del sol del mediodía
de su rústico rancho bajo el techo.

Pero...¿qué ha sucedido?
¿Por qué del ave el corazón de acero
no hace al golfo vibrar con su latido?
¿Por qué el contento de la noble hermana,
en el lapso fugaz de una mañana,
tornado en llanto y en dolor ha sido?
¿Por qué repite el eco lastimero,
del Ecuador al Polo,
inquieta humanidad, como un lamento,
la pregunta terrífica que exhalas?
¡Ay! ¡que de envidia desbordado Eolo,
con la flecha satánica del dolo
al bravo cóndor destrozó las alas!

¡Geniecillos alados de los bosques!
¡Costas de luz del golfo mejicano!
¡Nereidas que vivís indiferentes
en las grutas de perlas esplendentes
que os donó, generoso, el oceano!
¡Popocatepetl de nevada cima
que hablarnos puedes de la gloria azteca!
¡Iztaccihuatl! ¡Nevado de Colima!
¡Campeche! ¡Yucatán!
¡Contadnos la tragedia de los héroes!
¡Decidnos, dónde están!
Escuchad, escuchad; es el lamento
que Anahuac lanza en su terrible cuita;
y si Anahuac lo lanza, no es extraño
que el parlero zentzontle lo repita:
¡Barberán y Collar!...gimen las aves;
¡Barberán y Collar!...claman los montes;
¡Barberán y Collar!...gritan las naves,
y el eco dócil, con sus alas suaves,
lo repite a los amplios horizontes.

Aún sigue repitiendo el eco blando
los nombres de los héroes inmortales,
y un eco más sublime, el de la Historia,
les ofrece el incienso de la gloria
en el templo de luz de sus anales.

¡Héroes del ideal enamorados
que en el pegaso azul de la aventura
corristeis exaltados
a conquistar para la patria un mundo
de amor y corazones!
¡Jinetes sin segundo
que colmados de hidalgas intenciones
en los hombros de acero del centauro
volasteis a la América española
a hacer de nuestras almas una sola
y a ofrecérsela a España como lauro!
¡Colones del espacio
que llevando en las manos vigorosas
las glorias todas de la España eterna,
resguardarlas supísteis
y a Cuba, para América las dísteis
hechas un haz de espirituales rosas
como un regalo de la madre tierna.

¡Dormid, dormid valientes,
que las olas de polvo de este mundo
jamás podrán con su contacto inmundo
eclipsar el fulgor de vuestras frentes!
¡Sí, paladines de eternal memoria,
inmortales sois ya; que en la caída
os besó vuestra patria agradecida
y con su manto os amparó la Historia!

José A. del Valle