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Libreta primera   Pág. 49
Obra No.62 – Poema de exaltación y júbilo en un
aniversario y en el que también declara en qué
consiste la verdadera devoción a María y la forma
verdadera de ensalzarla: imitando sus virtudes.

En las Bodas de Diamante de la Congregación Mariana  de la Anunciata.

La Habana está de júbilo vibrando;
la Habana está de fiesta.
Fiesta en que todo corazón cristiano
redobla sus latidos y su fuerza;
fiesta en que el alma que a la Virgen ama,
más y mejor su devoción le muestra.
¡Sí! que sus Bodas de Diamante ansiadas,
hoy la Anunciata a celebrar se presta,
y al mismo tiempo que hasta Dios levanta
preces de amor y gratitud en prenda,
las eleva también hasta María
como homenaje de filial fineza;
como homenaje a quien se debe todo,
pues todo es Ella quien de Dios lo presta.
¡Sí, Madre, sí ! Los que a tu abrigo estamos
y a Ti miramos cual Polar estrella,
con filial regocijo te aclamamos
¡la Reina de la fiesta!
¡La Reina de la fiesta! Congregante,
si no puede existir más alta Reina,
no puede fiesta haber, hermano mío,
que se iguale con ésta.
Las Bodas de Diamante; otro motivo
de excepcional belleza;
simbolismo sublime que atesora,
al par que nos los muestra,
los frutos todos que dará a las almas,
cual pródiga cosecha,
este homenaje de filial ternura
conque hoy honramos a la Reina excelsa.
Simboliza el diamante, hermanos míos,
al par que la firmeza,
otra virtud que nuestra Madre tiene
y de la cual es expresión perfecta;
otra virtud compendio de virtudes
y rara flor de celestial esencia;
esa virtud ante la cual el ángel,
de Nazaret en la casita estrecha,
cuando trajo el mensaje de los cielos
se postró reverente: ¡la pureza!
Mas, fue carbón antes de ser diamante,
la simbólica piedra;
carbón que con la alquimia de los siglos
tornose al fin en refulgente gema.
Cuántas veces el alma
la faz oscura del carbón presenta;
mas, ahí está, cual salvadora mano,
la alquimia de la santa Penitencia
a cuyo influjo célico y divino
se transforma en un ángel de pureza.

María, Madre mía.
Ante Tí la Anunciata se prosterna
porque quiere rendirte
homenaje de amor y al par, pedirte
guarde esta fiesta resonancia eterna.

¡Sí! que el alma de cada congregante
anhela ser de tu corona augusta
refulgente diamante.
Diamante cuya sólida firmeza
resista a la presión con que se incrusta
la larva ruín de la impiedad pedante.
Diamante de tan nítida pureza,
que espejo fiel de tu pureza sea,
y en él puedas mirarte y recrearte
cual Dios en Ti se mira y se recrea.
Diamante en fin de clara transparencia
que fue carbón por el pecado un día,
y que el crisol de santa Penitencia
transformó en gema para Ti, María.
Gema para tu frente.
Gema que en tu corona resplandezca
con fulgor eternal, para que crezca
de Dios la gloria en Ti, perpetuamente.
Eso quiere de cada congregante,
la Anunciata, María.
De manera mejor, nunca podría
conmemorar sus Bodas de Diamante.

José A. del Valle