Libreta 12 Pág. 5 – 1229
Esta oración a María, que fue escrita el 2 de Febrero de 1963
viviendo él en Paterson, NJ., su autor quiso trasladarla, de
forma que quedara como la última de su obra, faltándole días
para morir, quedando así como su postrera oración en vida a
la Madre del Cielo y en la que al pedir por su alma no le podía
faltar el incluir la salvación de las almas.
Madre, mi corazón ayer mundano
pero hoy, en verdad arrepentido,
se postra ante tus plantas y te pide
volver a ser castísimo, sencillo;
recobrar la inocencia candorosa
con que fue tan feliz cuando fui niño.
Yo sé que con mirarlo puedes, Madre,
hacerlo semejante al de tu Hijo
¡Míralo! que sé bien que si lo miras
obrarás el prodigio
de transformarme en diminuto cielo.
En cielo, sí; porque el divino Espíritu
(amor, luz, paz, verdad, pureza y gozo)
descenderá hasta mí raudo y solícito,
a saturar mi alma con la esencia
del Dios que es uno y a la vez es trino.
Mírame el corazón y mira, Madre,
el de aquellos hermanos que, cautivos
del oprobioso yugo del pecado,
rodando van al infernal abismo.
Míranos, Madre, para hacer que el mundo
se transforme en el Reino de tu Hijo.
Para hacer que la paz; la fresca linfa
por la que el hombre se desvive ha siglos,
pueda al fin saborearla a borbotones
en su única fuente: ¡Jesucristo!
José A. del Valle
Paterson, N.J., 2 de Febrero de 1963
Oración a María
Nota:Esta oración a María, que fue escrita el 2 de Febrero de 1963
viviendo él en Paterson, NJ., su autor quiso trasladarla, de
forma que quedara como la última de su obra, faltándole días
para morir, quedando así como su postrera oración en vida a
la Madre del Cielo y en la que al pedir por su alma no le podía
faltar el incluir la salvación de las almas.
Madre, mi corazón ayer mundano
pero hoy, en verdad arrepentido,
se postra ante tus plantas y te pide
volver a ser castísimo, sencillo;
recobrar la inocencia candorosa
con que fue tan feliz cuando fui niño.
Yo sé que con mirarlo puedes, Madre,
hacerlo semejante al de tu Hijo
¡Míralo! que sé bien que si lo miras
obrarás el prodigio
de transformarme en diminuto cielo.
En cielo, sí; porque el divino Espíritu
(amor, luz, paz, verdad, pureza y gozo)
descenderá hasta mí raudo y solícito,
a saturar mi alma con la esencia
del Dios que es uno y a la vez es trino.
Mírame el corazón y mira, Madre,
el de aquellos hermanos que, cautivos
del oprobioso yugo del pecado,
rodando van al infernal abismo.
Míranos, Madre, para hacer que el mundo
se transforme en el Reino de tu Hijo.
Para hacer que la paz; la fresca linfa
por la que el hombre se desvive ha siglos,
pueda al fin saborearla a borbotones
en su única fuente: ¡Jesucristo!
José A. del Valle
Paterson, N.J., 2 de Febrero de 1963
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