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Libreta 3a. Pág. 247 - Obra No.  251
Reflexión catequética sobre la Gracia y en la
que usa la intensidad del sol como imagen.

Reflexión


El espectáculo maravilloso de un sol todo luz inundando con ella la tierra , es imprescindible en el orden de la Naturaleza, ya que la vida de que ésta hace gala tiene como fuente y origen inmediato, ese sol y esa luz. Esta maravillosa nota del mundo físico es reflejo y símbolo de lo que en el orden sobrenatural ejecuta en las almas infundiendo en ellas la vida de la gracia, el Espíritu Santo; el Sol del Amor. Enseña la Teología que puede ser la gracia de dos clases: habitual o santificante y actual o auxiliante.

Hombres, animales y plantas, de dos maneras pueden recibir la luz vivificante del astro rey: de una manera difusa, cuando están en la sombra, y de una manera directa, cuando están a pleno sol. Las almas que en el orden espititual viven a la sombra del pecado; que vegetan entre las paredes y bajo la techumbre de esa covacha mortífera que es la vida desligada de Dios, si gozan de la luz difusa de ese Sol de amor, es porque Este, en su infinita misericordia, deja abierto, para no sumirlas en impenetrables tinieblas, el salvador postigo de la gracia auxiliante.  

En cambio; las que viven en campo abierto; inmersas totalmente en los rayos vivíficos de la luz increada, son las que gozan de la gracia santificante; las que se orean con las brisas de los carismas de Dios y gozan de las infinitas perspectivas de ese horizonte sin límites que es la vida divina.

Y si han logrado estas almas ascender al Sinaí de la perfección, entonces, como Moisés, podrán gozar del éxtasis que produce la visión de Dios.  Mas, en ansia de divino apostolado, querrán enseñar también a todos los hombres el arte que emplearon para ser fieles al Decálogo (ese camino imprescindible para alcanzar la cumbre del santo monte) para que logren, como ellas, alcanzarla; bañarse en la paz de su altura y conseguir, arrobadas en esa paz inmutable, la unión transformante con el Hijo; para lograr el ideal supremo: glorificar al Padre, como supo Jesús glorificarlo.

José A. del Valle
Paterson, 26 de Mayo de 1963