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Libreta Segunda  Pág.105 - Obra 99 –
Enseña con una elegía cómo afrontar asistido por la fe,
la muerte de un hermano creyente

En la muerte de nuestro hermano en la fe, Nicolás.

Elegia ante la muerte de Nicolás

Jamás la musa mía,
cantora de la risa y la alegría,
mostró la frente con adusto ceño;
de mi lira el acento
fue siempre la expresión del sentimiento
más plácido y risueño.

Ha sido siempre así, porque en el alma
sólo llevo una célica alborada
de católica fe y amor a Cristo.
Por eso toda herida
que me infiera la muerte solapada,
a cantarla me niego y me resisto.

Y me diréis: poeta;
¿no sientes en el alma la saeta
que nos taladra el corazón ahora?
¿Es tanta tu inconsciencia,
que el alma tuya la terrible ausencia
de nuestro hermano Nicolás no llora?

Cómo no he de llorar a nuestro hermano:
lo lloro, sí, mas, en silencio mudo;
de modo igual con que al Señor se reza:
sobre el pecho la mano,
y acatando el designio soberano
inclinando, sumiso, la cabeza.

Mas, si aquí su recuerdo nos congrega;
si abandonando del vivir la brega,
venimos a ofrendarle en esta casa
las flores del jardín de la memoria,
que estas flores de amor no moje el llanto;
que el perfume que exhalen sea un canto
sobre el ara intangible de su gloria.

Bien está que se llore
a los que aquí dejaron
una estela de amor y de justicia;
mas, es justo también que se proclame,
que azote son de la maldad infame,
de la vil insolencia y la estulticia.

Es justo que se cante
con recia voz y cítara dorada
para mostrarla al mundo como ejemplo,
toda vida a la Vida consagrada;
toda existencia transformada en templo
de la honradez más fiel y acrisolada.

Eso fue Nicolás: templo erigido
al amor, la justicia y el derecho;
siempre la voz del pobre desvalido
con eco dulce resonó en su pecho.
Jamás supo fruncir el entrecejo
con enojo y rencor, al que paciente
trabajaba con él; de su consejo,
siempre recto y valiente,
cuidadosa y pendiente,
esta preclara institución vivía:
para ella fue, lo que al hogar el padre;
lo que al infante aún sin razón, la madre;
lo que a la nave el timonel o guía.

A ella le dio sus entusiasmos todos;
supo juntar los codos
de los que aquí con él colaboraron,
y el milagro está aquí. Ved: levantaron
esto que es hoy un templo a su memoria
y que es de gracia y sencillez portento;
esta casa que es albo monumento
a su vida de justa ejecutoria.

La patria, Nicolás, trocando en ara
esta mansión hermosa
que tu entusiasmo ingente levantara;
feliz y cariñosa
se postra y, reverente;
de regocijo muda;
absorta ante el fulgor de tu grandeza,
inclina cariñosa la cabeza
y con beso de madre te saluda.

José A. del Valle