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Mi Recuerdo del Señor José Del Valle


Por Ángela M. Perezcabrera

Conocí a José del Valle siendo niña e interna en el Colegio María Auxiliadora donde su hija pequeña también compartía su infancia conmigo. La Familia nos visitaba los domingos y nosotras esperabamos ansiosamente ese día.


Recuerdo que José, no podía estar sentado. Iba y venía todo el pasillo donde conversabamos con nuestros familiares. José, me llamaba la atención porque no dejaba de saludar a ninguna familia, de dedicarle su mejor sonrisa, de felicitar a quienes ostentaban medallas recibidas por buen comportamiento o méritos académicos.


Pocos hombres dan la impresión de atrapar en sus manos el corazón de sus semejantes. José del Valle lo hacía sin pretender quedarse con ellos.  Al contrario, una vez que su grata conversación, envuelta en máximas, consejos y simpáticas anécdotas, donde hacía derroche de su buen humor, José soltaba esos corazones enchidos en deseos de ser mejores y sentirse libres. TODOS NOS SENTÍAMOS MEJOR DESPUÉS DE HABER HABLADO CON JOSÉ.


Mi madre siempre lo admiró y respetó con afecto. Le decía que su esposa, Felita, ERA UNA SANTA porque para seguir la vivacidad de José había que hacer como el Señor nos dijo: "coge tu cruz y sígueme" y ella lo hizo con un amor intachable hasta su muerte.


Cuando ya era una jovencita, volvimos a disfrutar de la amistad de José en la playa del CAJÍO, en Güira de Melena donde compró la más linda casita al final de la calle principal, junto al río Mégano. Tanto los pescadores, habitantes permanentes, como los veraniantes disfrutabamos de la compañía de José en aquellos domingos que huyendo de La Habana, se refugiaba en aquella única, por peculiar, playita cubana carente de arena pero dotada de la sulfa más sanante que había en la isla. De aquel lugar, dejo esta poesía a José dedicada:

Cajío de mar bravío,

de olor fuerte y fondo oscuro,

sol caliente y aire puro,

playa vieja, zanja y rio

De increible  desafío

al fuego y al cruel ciclón

de capilla y oración

de ilusionados playeros

de domingos placenteros

de fiesta y de distracción.......

 

Cajío playa apartada

privada y desconocida,

silenciosa y divertida

con domingos de viajeros,

venían los habaneros

a disfrutar de la vida...

Entre ellos destacó

con un asombro intrigante

una familia ejemplar

que agradó a sus habitantes.

 

Ellos eran LOS DEL VALLE

anclando al lado del rio

del Mégano cristalino

al final de nuestra calle.

Una casa verde y blanca

enclavada en el recodo,

calle limpia de aquel lodo

que buscaba el visitante.

 

Casita sólo rodeada

por su mar tranquilo al frente,

por El Mégano silente,

por florecillas silvestres

por todo lo que un rupestre

remoto paisaje añora

con familia encantadora

acobijada en su seno

que asi de Cajío hicieron

acopio de tiempos buenos.