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Semblanza 

por su hija Violeta del Valle

Presentar a José Andrés del Valle como poeta solamente, sería como ver a un muy buen artista que escribe cosas muy bellas, pero, presentándolo primero como persona veremos que esas, sus bonitas palabras de poeta tienen un peso, y en su caso diría yo, que participan del “peso de santuario”, pues su vida fue no solamente ejemplar sino también una alabanza sublime y constante a su Creador. De eso da él mismo testimonio en sus poemas. Su alma, él mismo la ofrece, después de haberla purificado con sus lágrimas, como un vaso límpio y sagrado, de “boca al cielo” siempre dispuesto a ser llenado por Dios. Así lo manifiesta en su romance “Boca al Cielo. Y esto queda probado con las Palabras del mismo Señor cuando dice: “De la abundancia del corazón habla la boca”

Damos entonces testimonio los que lo conocimos íntimamente, amigos, conocidos y cuánto más sus propios hijos y sus cónyuges,  sus nietos y sobrinos, ya que nadie pudo vivir más en la intimidad con él que la familia más cercana. Como hija hablo en nombre de todos ellos y digo que como cristiano fue cabal por el ejemplo de su vida en todos los aspectos; pero lo que para los externos pudiera haber pasado desapercibido, no lo fue para sus íntimos, como fue su espíritu de oración.

Fue gran amante de los clásicos españoles a los que conocía y dominaba; de los Padres de la Iglesia de los que hablaba con profundidad y fluidez así como también de la Iglesia y su Doctrina de la que fue fiel amante. Aunque de temperamento nervioso e inquieto, le envolvía la quietud tanto al orar como al escribir. Y la oración, que no puede brotar del corazón sin antes haberlo purificado, en él esa oración era constante, mística y ardiente.

Pero muy lejos de ser una persona sombría, su compañía era amena, agradable y jocosa como algo constante en él. Su poesía, eminentemente Lírico-religiosa, está salpicada toda ella por la alegría que la hace tan agradable, ocurrente y sorpresiva que no pocas veces le hace a uno soltar la carcajada. Esto queda demostrado con creces en su libro “Alegría Cristiana” y en sus “Gotas”. Todo, hasta la cosa más inadvertida era captada por sus ojos para hacerla imágen de una sublime verdad evangélica y teológica que refresca el espíritu del lector.

Dicho esto como preámbulo pasemos a conocerlo como poeta y así valorar esas ideas que forman su pensamiento y cada una de las palabras que plasma en sus versos para darle a cada una de ellas, sin temor a equivocarnos, ese peso sagrado, pues su vida y su obra están tan íntimamente relacionadas, como el alma con el cuerpo. No me ciega el amor de hija porque nadie puede dar lo que no tiene y él tuvo mucho para dar.

Violeta del Valle y Rodríguez