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Esta, su Autobiografía  la escribió a petición de un amigo que quiso publicarla en el periódico El Vocero de Puerto Rico. Su autor la tituló Minibiografía.

Minibiografía

Me pediste, amigo Lorenzo, que escribiese y te enviase para ser publicada en El Vocero, mi biografía. Sé que no sabes que no fue azarosa, y, por lo tanto carente de interés.
Como tu buen deseo me obliga a complacerte; aún cuando sé que lo que mi pluma trace no valdrá gran cosa, pongo manos a la obra y, como decía Chicharito: (Cómico cubano) ¡Allá va eso!
Nací en nuestra amada Villa de Guanajay (Pinar del Río, Cuba) en una humilde casita que hace esquina opuesta a la cárcel en la intersección de las calles Céspedes y Rius Rivera.
La fecha en que nací la va a decir mi musa que, porque no le gusta que escriba en prosa, cada vez que se me ocurre hilvanar unas cuartillas, mete la cuchareta.

Nací el veintidos de abril
de mil novecientos cinco;
si doy un pequeño brinco
llegaré al año dosmil.
Creo que por buen carril
marchando voy; sin embargo,
aun cuando soy zanquilargo,
el brinco, con tanta edad,
por falta de agilidad
me va a resultar muy largo.

Fue mi primera maestra una santa mujer: Lolita Rojas. Así le llamaban cariñosamente: Lolita. Fue la abuela materna de mi dilecto amigo cooterraneo y Párroco, (aquí en Miami) el P. Vallina.  Ella, con su santa paciencia, logró enseñarme las primeras letras.
Pasé después al colegio Luz y Caballero, de la misma villa, dirigido digna y eficazmente por Pedro Freixas Pedrola. En dicho plantel me gradué de Bachiller en Letras y Ciencias. Que si cursé alguna carrera preguntarán los que no me conocen “carreras” fueron las que tuve que dar en la tienda de mi padre, en Guanajay, y las que hasta hace poco he dado para lograr el sustento y mantener mi familia decorosamente.
Mis primeros escarceos poéticos surgieron en la década de los años veinte. Estas producciones vieron la luz en los periódicos locales y principalmente en aquella revista de feliz recuerdo para los jóvenes que estudiábamos en aquella época, y que, porque iba a deambular por los predios de Minerva, la bautizaron con el pomposo nombre de “Analecta Estudiantil”. En ella, y con el pseudónimo de José de la Montaña, tuve el honor de cantarles, aunque mal, a muchas de las jóvenes simpáticas y bellas de nuestra amada Villa.
En 1930 contraje matrimonio con Felicia Rodríguez; una marieleña del Central San Ramón, y que llamó Dios a su Santo Reino en 1980. Esta unión la enriqueció el Señor no sólo con cincuenta años de cristiana felicidad, sino con tres hijos. Estos me dieron nueve nietos, y estos nietos seis bisnietos. Soy pues, el viejo tronco del árbol de mi familia.
Pero volvamos al pasado. Sintetizando diré que en 1931 arrendé a Horacio García (Q.P.D.) una finca que él tenía en el barrio El Chicharrón. Pasé de ésta (como maestro)  al Asilo Correccional de menores, radicado en aquella época a 1Km. de nuestra villa. Del Asilo a La Habana para trabajar en la tienda de telas La Filosofía. Catorce años estuve filosofando, hasta que logré establecerme en la calle San Nicolás, detrás del Ten Cent de Galiano. “La Casa Valle”; le puse a mi casita por nombre mi apellido, y en ella trabajé durante doce años, en unión de mi esposa y de mis hijos.
No abandoné en La Habana el hobby de los versos. Estando en La Filosofía, gracias a la generosidad de su Director-Gerente, el señor José Gash, publiqué mi primer libro de versos: Épicas y Místicas.

Con la ayuda de Dios (porque vivía rezando, ya que como católico que soy el tufo letal y desagradable del comunismo me dio al momento) en el año 1960 logré vender mi tienda y salir de Cuba para España. Bien dijo Cervantes que “la diligencia es madre de la buena ventura”.
Aunque muchos de los que lean esto no lo crean, en un día; en sólo un día, gestioné mi salida de Cuba. Que, ¿cómo? A Dios rogando...o como digo en una de mis poesías de los tres humildes compatriotas nuestros que en la bahía de Nipe encontraron la imagen de la Virgen del Cobre: Llegaron al puerto rezando y remando. Hermano guanajayense o compatriota que me lees, sigue el ejemplo de aquellos tres humildes guajiritos, si quieres en una Cuba feliz y libre, arrodillarte un día en el santuario del Cobre: ¡Reza y rema!
Vuelvo a sintetizar diciendo que en Madrid trabajé dos años en la famosa tienda “Galerías Preciado”. De España salté a New Jersey; de aquí a Santo Domingo, donde me sorprendió la guerra civil de 1965.  En Quisquella tuve que esconderme en un seminario Salesiano, ya que los comunistas del pueblo en que yo estaba me hicieron el honor de unirme a los doctores y comerciantes, en la lista de los que pensaban “ajusticiar”, si triunfaban Caamaño y sus amigachos. Gracias a la intervención de los americanos en el conflicto, logré salir para Puerto Rico. Doce años estuve en la Islita del Encanto trabajando, como siempre, en el giro de telas.
En Puerto Rico publiqué mi segundo libro de versos: “Por Cristo y por Cuba”, 2000 ejemplares que, regalando muchos y vendiendo algunos, se agotaron pronto.
De Puerto Rico, ya retirado, caí en Miami, donde, por ayudar a un nieto mío que también plantó su tienda, trabajé hasta 1983 en que, sin haberme cansado ni aburrido de vender telas, colgué la tijera.
Aquí reedité al llegar, el libro “Por Cristo y por Cuba. Otros 2000 ejemplares. A esta segunda edición logré agregarle 34 chascarrillos, (muchos de ellos contra  Fidel y el comunismo) ya que consta de 74, mientras que la primera tiene sólo 40.
Edité recientemente mi tercer libro de versos: “Alegría Cristiana y Versos a mi Felita”. Consta de 286 poesías, de las que, a excepción de tres o cuatro son todas religiosas. Si algún compatriota amante de los versos (preferentemente guanajayense) desea poseer un ejemplar, le obsequiaré con él si pasa por donde vivo.
Sesenta y seis años de mi vida los pasé midiendo telas, y ahora, retirado, me dedico a medir versos. Vuelve Cervantes a mi pluma para repetir lo que en una de sus obras dijo: “La alabanza propia envilece”; pero yo afirmo humildemente aquí, que siguiendo un consejo de mi padre, no medí jamás una tela que no fuese legal y honradamente. Los versos, en cambio, si bien es verdad que no suelo medirlos bien, también es verdad que los escribo, más que con la pluma....¡con el alma!
Aquí estoy, pues, (donde dije) esperando a mis compatriotas para obsequiarles con mi libro, y esperando también que Dios me llame a su Santo Reino para vivir en él eternamente amándolo y glorificándolo en compañía de mi buena Felita.

José Andrés del Valle


Nota: El 26 de Diciembre de 1989 falleció en Miami a la edad de 84 años. Tuvo una muerte cristiana como lo fue su vida y se encuentra enterrado junto a su Felita en el cementerio Woodland, de la misma ciudad. D.E.P.