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Libreta 11a. Pág. 119 – Obra No. 1187

Una  Amapola  Privilegiada

Al Cerro de los Ángeles
(corazón geográfico de España)
le arranqué ¡con amor! una amapola,
y me dije lloroso al arrancarla:
España tiene que sentirse herida
al lastimarle la más noble entraña.
Y escuché que me dijo: “Nada temas;
es todo lo contrario: fue muy grata
la impresión porque he visto que a tu mano
la ha movido el amor con que me amas.
Guárdala entre las hojas de algún libro
que tengas en tu casa,
para que cuando quiera Dios que vuelvas
a la América hispana,
al verla, me recuerdes y levantes
por mis hijos, a Dios, una plegaria.”

Quiso Dios que volviese,
si no a mi Cuba, generosa España,
al alegre rincón que es este Miami
de tierra americana.
Cada vez que contemplo la amapola
que te arranqué del corazón, el alma,
que el prodigioso vuelo del recuerdo
la lleva a la llanura castellana,
goza al ver cómo medran
en la parda meseta de La Mancha,
trigales y viñedos
que pan y vino nos darán mañana,
y que habrán de tornarse
al influjo de místicas palabras
que pronuncie piadoso sacerdote,
en el sacro alimento de las almas.
Y me imagino, España, que comulgo;
que a mi piadoso corazón Dios baja
porque en altar sagrado transformaste
la espaciosa meseta de La Mancha,
y elevo a Dios entonces por tus hijos
fervorosa plegaria.
Después que la musito,
cual si saliese de un ensueño el alma,
me veo con sombro y de improviso,
en la América hispana.

Al verme ante la lánguida amapola,
imposible es que deje de besarla
porque aunque el beso arranca de mis ojos
una quemante lágrima,
sé que al besarla como yo la beso...
¡te estoy besando el corazón, España!

José A. del Valle
Miami, 2 de marzo de 1989